En realidad, la Jovencita no es más que el ciudadano-modelo tal como lo define la sociedad mercantil a partir de la Primera Guerra Mundial, como respuesta explícita a la amenaza revolucionaria (…) Deberá crear, pues, su cultura, su ocio, su medicina, su urbanismo, su educación sentimental y sus costumbres propias, así como una disposición para la renovación perpetua. Tal será el capitalismo fordista, el estado de bienestar, la planificación familiar: el estado socialdemócrata. A la sumisión por el trabajo, limitada puesto que el trabajador aún se distinguía de su tarea, le sustituye en el presente la integración mediante la conformidad subjetiva y existencial, es decir, en el fondo, mediante el consumo.