Históricamente, se trató de comprender las distintas emociones. Surgen en la familia y en la educación; influyen en la salud mental y en las relaciones amorosas. Nos acompañan toda la vida, por lo cual hay que saber manejarlas.
Mientras se habló de educación emocional, nunca se profundizó sobre la ternura. Se creyó que era una emoción débil, femenina… Entonces, las mujeres capitalizaron demasiado la ternura, como una emoción suya. Y, en ese reparto, los hombres fueron excluidos, contrariamente a lo que se dice en este libro: “La ternura también es cosa de hombres”. Pocos modelos viriles la integran como algo propiamente masculino.
El autor deconstruye supuestos difíciles de cuestionar, a la vez que profundiza la ternura como un elemento sospechosamente olvidado en muchas culturas. Explica que las emociones no tienen género, y conviene integrarlas con inteligencia. Los patrones de masculinidad y de femineidad existentes, en parte, están cambiando, volviéndose más integrales.
Existe una ternura masculina, una emoción que puede sentir cualquier hombre.